Se cumplen varios años del cruento conflicto en Siria. En Occidente tenemos eco de varios hechos que nos llevan a pensar en la falta de orden y capacidad de acción de los principales esquemas multilaterales, creados para evitar de nuevo las grandes tragedias del siglo XX: I y II Guerras Mundiales, genocidios y dictaduras criminales. Vimos el fracaso de algunos enviados de la ONU, la errónea estrategia de alentar y apoyar a unos rebeldes y luego dejarlos al vaivén de los hechos.
La Administración de Obama, no contó con la posterior intervención de Rusia, justificada por intereses geoestratégicos y viejas alianzas que en Washington no lograron descifrar. Ahora, Siria hace parte de un ajedrez en el que confluyen el denominado Estado Islámico, rebeldes kurdos (que no son lo mismo que la población kurda), otros grupos fundamentalistas, y el propio ejército sirio, apoyado por el fuerte aparato militar de Moscú.
El drama de Alepo (la más sufrida de otras ciudades) será un estudio de caso para los futuros estudiantes de Relaciones Internacionales. Más de medio siglo después, las grandes atrocidades como los campos de concentración nazis, las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki (crimen de lesa humanidad sin resolver) y diversas guerras ya olvidadas durante la Guerra Fría, regresa el fantasma de las ciudades destruidas (Berlín, Sarajevo), con civiles inocentes sin agua, comida ni atención médica.
Todo el discurso del DIH ha sido congelado por los injustificados ataques a los convoyes humanitarios. En este momento el conflicto se agudiza, el factor tecnológico le agrega complejidad (drones no identificados) y las pretensiones de medir el pulso al novato Trump en la arena internacional, hará que las fuerzas regulares e irregulares en el terreno provoquen su intervención.